la critica literaria

                             

 

 

 

De La Nación, de Buenos Aires:

Una trama simple y sencilla, sirve al autor de esta novela para hacer un relato amplio y documentado de la existencia apa­cible a veces, a veces atormentada, que llevan los pobladores de las regiones del sur del país, “pionners” del progreso, que se adentran en el corazón de las selvas y las montañas y que triun­fan en ocasiones y en ocasiones fracasan, pero que siempre saben dar una lección de energía, de tenacidad y de intrepidez.

A través de las páginas de esta novela entramos así en con­tacto con la naturaleza bravía del Neuquén y con sus pobladores indígenas, en su mayor parte los vilipendiados araucanos…

El autor no ha pretendido, evidentemente, hacer labor retórica; porque el interés del detalle documental es casi siempre superior al de la trama novelesca, y porque los capítulos de índole folkló­rica son, sin disputa, los que más atraen por la sensación de verismo que les ha impreso el señor Prieto del Egido.

 

 

De Noticias Gráficas, de Buenos Aires:

Una novela con un argumento que lo mismo podría ser cualquier otro; es decir, un argumento que sólo sirve de motivo para construir una riquísima obra pletórica de observación y de clima. Eso es en breves palabras la “Novela de la Patagonia” de Ignacio Prieto del Egido…

Dentro del marco enorme y propicio de la Patagonia argen­tina, Ignacio Prieto del Egido sitúa a sus personajes en una especie de peregrinación a través de esas tierras de pintoresco relieve; y es tanto el contenido —no sólo descriptivo, sino que con toda justicia podríamos llamar documental— que existe en esta obra, que el papel patagónico parece no reservado a un hombre, sino a un am­biente; es como si lo individual desapareciera detrás de la masa natural y humana, que campea en toda la obra con la jerarquía de su sola presencia.

El arte popular sirve para reflejar la autenticidad de una expre­sión. Música, poesía, danza. Costumbres arraigadas en las socieda­des autóctonas, que pasan por el tamiz de una estética sin exigen­cias ni directivas; eso es el arte popular. Y nada mejor que él para retratar a un pueblo. Por eso gran parte del valor —que hemos llamado documental— existente en este libro reside en el acierto de saber reflejar todo ese acopio de agudezas punzantes, de modismos pintorescos, de comparaciones sutiles, que contiene el arte de tierra adentro; reflejo a veces descarnado y escueto, pero siempre fiel; labor quizás más meritoria que la verborragia —no siempre imaginativa— de que hacen gala muchos de nuestros ilustrados novelistas.

 

 

De La Razón, de Buenos Aires:

… “La Novela de la Patagonia”, divulga grandes enseñanzas relativas a las condiciones económicas, sociales, políticas y cultu­rales en que se desenvuelve la vida en aquellas alejadas regiones de nuestra tierra, huérfanas de medios de comunicación, de policía culta y de justicia eficaz.

La lectura seduce y alecciona. Pocas obras se han escrito últimamente sobre la Patagonia tan impregnadas de verismo, como esta novela de Prieto, donde no hay intrigas amorosas, pero sí una suma de informaciones útiles para el estudioso y para el gober­nante; para el sociólogo y para el ingeniero…

Ignacio Prieto ha dado a la literatura nacional un libro real­mente meritorio.

 

 

De Claridad, de Buenos Aires:

… “La Novela de la Patagonia” es una excelente novela del sur argentino: robusta, sana, objetiva, real… las mismas desviaciones del género, hacia la crónica o la historia, hacia el folklore o la geografía, contribuyen a dar al libro un interés superior, directamente entroncado con el que fatalmente debe despertar en los argentinos de las ciudades el conocimiento de un territorio sorprendentemente rico de sugestiones, de bellezas costumbristas y de una vida insospechable, pujante y generosa. La apariencia biográfica, por otra parte, facilita el vigor descriptivo, inyectándole humanidad. Es de suponer, pues, que con los elementos de que es poseedor Ignacio Prieto, con mayor dominio de la técnica del novelador, más experiencia y menos premura, podrá ofrecernos a muy breve plazo la verdadera novela de la Patagonia, con todos sus desgarraduras y crudezas, situándose así en primera fila entre los novelistas regionales del país.

 

 

De Ricardo Rojas:

“La Novela de la Patagonia” es una obra llena de interesantes sugestiones por su asunto y su sinceridad.

 

 

De Félix San Martín (carta al autor):

… Tiene su libro magníficas páginas que retratan con fidelidad fotográfica costumbres de este confín de la patria. Ha reunido usted datos y antecedentes interesantísimos acerca de los araucanos… Sus páginas, como más arriba apunto, son cuadros de una realidad que yo, con 32 años de vida neuquina, los firmaría con las dos manos… Que usted ha vivido en este territorio y posee un don superior de observación, no me cabe duda…

 

 

De Manuel Blasco Garzón:

Prieto del Egido, es antes que nada escritor. Escritor claro y limpio, que traduce en palabras sus impresiones y que da a sus ideas una expresión meridiana…

“La Novela de la Patagonia” tiene un valor documental inestimable y un valor literario que surge de la forma genuinamente sencilla de enfrentarse el autor con la vida que le circunda y con el paisaje que le rodea y le encanta. Y tiene además, este fecundo valor: es un libro patrióticamente argentino, en que se saca a la luz, sin acento polémico y en contemplación amorosa, un pedazo ingente del solar argentino, desconocido para muchos e ignorado para los más llamados a la realidad; este libro es un libro sana y fecundamente patriótico.

Eduardo Mallea ha escrito unas páginas vivas, eficaces, limpias, haciendo historia de una pasión argentina. Pues bien; éstas de Prieto del Egido, son eso. Pasión y dolor de argentinidad, que tienen el mérito de haberlas calentado el autor, con su propia vida, trasuntada a lo largo del libro con aquella leve desviación que hace imprescindible la necesidad de corresponder al título, dándole un carácter de novela.

Creo que ha sido Manuel Gálvez quien en una novela, “Hombres en soledad”, ha evocado esa desilusión del intelectual que se ve agobiado por el medio y que desea poner su planta viajera, en otros lugares de Europa, para llenarse el alma de vieja y pro­funda y sabia cultura. Como réplica documental, estas páginas de Prieto del Egido, son bien aleccionadoras. En ellas se dice esta verdad: la del paisaje magnífico, rotundo, cuajado de bellezas. La de las almas sencillas y claras, estremecidas de un ansia latente e intuitiva de saber. La del abandono de los hombres, que sitúan su ideal en viajes que no hacen la cultura, que está al alcance de todas las manos hoy y que tiene que labrarse aquí, con un acento, con un calor y con un ritmo, fundamentalmente argentinos.

Cuando se tiene presente un libro tan claro y tan profundo —la claridad no es enemiga de la profundidad—, uno labra esta conclusión: la verdadera obra está aquí. El verdadero acento se encuentra en el área argentina. Hay que hacer aquélla y sacar de mantillas éste, dándole un tono hispánico, aquel tono que tuvo eco ecuménico en la cultura del mundo en los siglos XVI y XVII y un matiz autóctono, que recoja esa complejidad de un medio en el que factores diversos, bajo un signo idiomático, labran el prodigio de esta fuerte y libre nacionalidad.

Esto y algo más, me inspira la lectura de este libro; libro que me deleita por su estilo ameno y sencillo, en el que surge la belleza con una clara facilidad, que revela un temperamento poético, de nobles y finas calidades literarias.

 

 

De Ángel Ossorio y Gallardo:

“La Novela de la Patagonia”, como reflejo de paisajes y cos­tumbres, es un libro excelentísimo. Tiene una exactitud fotográfica impresionante. Su realismo me ha afectado grandemente…

 

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San Martín de los Andes

 

En un reciente viaje ( Marzo de 2012 ) por la bella costa de Uruguay, tuve ocasión de coincidir, con una persona entrañable, Ricardo H. Caletti, de San Martín de los Andes, Argentina.

Recordé de inmediato que San Martín estaba en plena Patagonia argentina, donde Ignacio Prieto del Egido, mi tío materno, vivió unos 20 años y cuyas “aventuras” por aquellas tierras, describió en su obra: “La Novela de la Patagonia”, publicada en 1938.

Ricardo H. Caletti, de Prensa y Comunicación de la Cámara de Comercio, Industria y Turismo de San Martín de los Andes, puso en mis manos un excelente folleto, sobre este bello lugar, al que titulan “pueblo mágico “ del Neuquén argentino.

En octubre del 2014, se cumplió un siglo de la llegada de Ignacio Prieto del Egido – en un barco procedente de Cádiz (España)- a Buenos Aires, desde donde poco después se trasladó a la Patagonia. Aunque no parece que estuviera en San Martín, si recorrió lugares como Maquinchao, Zapala, Chos Malal, Andacollo o Buta Ranquil, todos ellos en la provincia patagónica del Neuquen.

Si en 1914, aquellos territorios eran lugares desolados, donde solo había algún “boliche perdido” en medio de la nada , hoy son centros de turismo con un interés especial; sobre todo Neuquén, San Carlos de Bariloche y San Martín de los Andes.

Cuenta el referido folleto, cómo San Martín lleva ya 100 años de turismo y es un destino por excelencia en la Patagonia argentina. ¡Lo tiene todo! Una naturaleza sin límites, una gente cálida, gran riqueza de culturas y amplia variedad de actividades.

En 1910, con ocasión del I Centenario de la Independencia de Argentina, Don Timoteo Ponce, construyó el primer hotel de San Martín, que estuvo en funcionamiento hasta 1986. Su primitivo nombre “Hotel San Martín“se cambió por el de “Hotel Lácar “a los pocos años.

En realidad, el pueblo de San Martín nació hacia 1890, con un perfil netamente agro-pecuario que fue cambiando de forma paulatina hacia una actividad forestal y maderera. En 1914, llegaba el ferrocarril a Zapala y en 1937 se creó el Parque Nacional Lanín del que Ricardo Caletti, es también un guía especializado.

Descubriendo San Martín de los Andes.

Este “pueblo mágico“ tiene hoy un alto atractivo turístico al estar enclavado entre montañas, lagos y bosques; rodeado por 420.000 hectáreas protegidas por el P.N. Lanín.

 

Su Aeropuerto de Chapelco, nació a principios de los años 70 para el uso conjunto de San Martín y de Junín de los Andes. Con ello se impulsó extraordinariamente el turismo en esta zona ya que en 1974, aterrizó el primer contingente de turistas para esquiar en las Pistas de Chapelco; el vuelo era de la compañía Austral y llegaba directo desde Buenos Aires.

En 1971, se había creado la Secretaría Nacional de Turismo y en 1972 se comenzó a ofertar el Tren de las Nubes en Salta. En 1973 se puso en marcha la Represa del Chocón, y algunos años después el Campo de Golf, diseñado por Jack Nicklaus.

Debido a la situación y clima, se diferencian perfectamente las estaciones, de manera que, cada una de ellas, marca los tiempos turísticos de San Martín. Veamos:

El invierno es tiempo de Nieve: ésta cubre las calles y tejados, las copas de los árboles, los jardines y hasta las embarcaciones. Con una alta seguridad, remontes y panorámicas, el Centro de Ski de Chapelco es el protagonista invernal que, con su gente cálida y su buena gastronomía de montaña es famoso en toda Sudamérica. Sin igual son los paisajes del P.N. Lanín que se descubren en excursiones tanto terrestres como lacustres. En aventura se recomiendan las caminatas con raquetas de nieve o los trineos de perros huskies al mejor estilo escandinavo y con guías de gran experiencia.

La primavera es tiempo de Renacer: es la época de las cascadas, alimentadas por los heleros del invierno; mientras, los brotes verdes asoman en los árboles y regresan las bandadas de pájaros. Frutos y flores ya atisban el futuro calor y se preparan para vivir. Comienza la Pesca deportiva, con visitantes de todo el mundo que buscan las Truchas marrones, arco iris o de arroyo. Entonces deslumbra la naturaleza de este rincón andino del Neuquén; la tierra contagia fuerza y vitalidad; belleza y fertilidad. Es la hora del senderismo, paseos a caballo, los 4 x 4, y el rafting en aguas bravas.

El verano es tiempo de Sol: tanto en la Montaña como en las Playas. Los márgenes lacustres de San Martín, albergan deliciosas playas donde nadar resulta inolvidable; y también el bucear. Como las de Quila Quina; Hua Hun en el lago Nonthue; o la de Lolog con diminutos cristales de obsidiana. Dentro del Lanín hay nada menos que 32 lagos y la temperatura del lago Lácar, supera la del Atlántico en Mar del Plata. A destacar, los Circuitos por el Parque Lanín y la famosa Ruta de los Siete Lagos en San Martín y Villa la Angostura.

El otoño es tiempo de Color: en esta época el color se apodera de todos los árboles, aunque naturalmente según las especies, pues comienzan antes las especies no autóctonas como los álamos y los frutales; los robles, lengas y raulíes forman una danza de colores; los cipreses, cóihues y maitenes en tonos de verde. Es la época de la Berrea para los Ciervos colorados que convocan a sus harenes. Y es, en definitiva la estación de los colores y los sentidos.

El gusto por la buena mesa tiene su parte en San Martín. La base son los platos tradicionales de la Cocina de Montaña: ciervo, trucha y jabalí; con hongos del bosque y finas frutas. Todo ello con un delicado regusto silvestre. A no olvidar que el Cordero patagónico es un clásico insustituible en cada lugar y que los Mapuches lo ofrecen junto con pan casero y tortas fritas. También fiambres y quesos ahumados Como buenos golosos, no olvidar los dulces, mermeladas y jaleas de frutos silvestres, los alfajores y el chocolate en bombones de la tierra.

Por último señalar que la frontera con Chile se ve cercana y por ello, los pasos internacionales como Hua Hun; Caririñe o Mamuil Malal, entre otros, permiten realizar Circuitos entre Argentina y Chile que aumentan, aún más, la oferta turística de San Martín de Los Andes.

Para más información:

Página web de Ricardo Caletti: www.desdeelsurnoticias.com

Turismo de aventura: www.bosquedeloshuskies.com

Sobre San Martín de los Andes: ccit@smandes.com.ar

Abril 2012, Julia Gómez Prieto

 

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         A la derecha, iluminada, la casa natal de Ignacio Prieto del Egido

 

 

Partida de Bautismo de Ignacio Prieto del Egido

Transcripción literal

«En la iglesia parroquial de San Bartolomé de Astorga en veinte de octubre de mil ochocientos noventa y cinco, con licencia expresa del Dr. D. Braulio Lobo Ligero, Arcediano de esta catedral, bautice solemnemente y puse por nombre Ignacio Germán a un niño que nació el doce de los corrientes a las ocho de la noche, hijo legitimo de D. Domiciano Prieto y Dª. Aurelia del Egido vecinos de esta parroquia y natural él de San Salvador de Tíedra, obispado de Zamora, provincia de Valladolid y ella de San Juan de Regla de León.

Abuelos paternos Ignacio Prieto y Tadea Carbajosa, difunta, vecina y natural que él es y ella fue de dicha Tiedra. Maternos Claudio del Egido y Gervasia Casado difunto en ésta y natural él de Santa María del Páramo y ella de León.

Fueron sus padrinos Laurentino del Egido tío materno y Pilar Piedra tía paterna del bautizado a quienes advertí del parentesco espiritual y de la obligación que contrajeron y lo firma»

Libro de Bautizados nº 8 (1888 – 1900) Fol. 101 r.

Parroquia de San Bartolomé de Astorga